Salgo a la calle sin parapetos, a pecho descubierto y herida sangrante. Esquivo las miradas por costumbre, lo siento, y me aparto. Entre tanto lodo sólo queda tragar y tragar hasta la muerte. Un camino lleno de trampas; la vida como laberinto. Disminuyo los riesgos y salto al vacío, fue la visión de la altura, le quería pertenecer.
Fast Foward por la agonía de esperar.
Rincones húmedos con suelo de terrazo, muerte en cada esquina, jóvenes octogenarios pinchándose micro-dosis de caballo en el antebrazo. Locura en cada mirada. La confusión de estar en medio de todo eso con un traje de oficinista. Muerte en la panadería a 0,75 euros. Eneryetis a 1 euro y cervezas con 7 grados de alcohol a 3.
Intento no morir y escribir sobre todo eso, pero no encuentro vida en la máquina, no hay vida en la máquina, no hay vida...
Esa maldita costumbre de los marihuanos, ese estúpido sentido de superioridad, ese desprecio de los marihuanos hacia todos los demás; tengo una lámpara de gas, tengo una lámpara de gas, tengo... una lámpara de gas.
La depresión y la literatura [sin sentido alguno]. Sólo se trata de rellenar un espacio en blanco, como cuando aún creía que podría con todo lo demás, el OFICIO del resto.
Insisto en que era el plan perfecto.
